Rubén Novoa, corredor de montaña
De fiesta de cumpleaños por las montañas de Fuerteventura
Texto: Eloy Vera
Rubén Novoa decidió un día, allá por finales de los noventa, cambiar los zapatos de diario por los de deporte y echarse a correr. Desde entonces no ha parado. Primero por asfalto y desde hace unos años por montañas. Este 2017 ha cumplido cincuenta años y como no podía ser de otra forma lo ha celebrado subiendo montañas con un desafío desde la Punta de Jandía a Corralejo.
Este madrileño llegó a Fuerteventura en 2013. En aquellos tiempos los titulares de la prensa hablaban de crisis, paro y negocios que echaban el cierre. Rubén Novoa fue una víctima de todo aquello y decidió hacer las maletas y venir a trabajar en unas villas en la zona norte de Fuerteventura. «Mi padre llegó a la isla en los noventa a trabajar en la construcción. De todo aquello le quedaron unas diez villas en Corralejo y Villaverde y decidí venir y ponerme a trabajar en ellas con temas de alquiler», comenta.
La vida de Rubén en Fuerteventura comenzó en 2013. Catorce años antes había iniciado otra vida con el deporte como aliado y las carreras como compañeros. El cuerpo le pedía una válvula de escape con la que liberarse del trabajo, el estrés y la vida en Madrid, y el correr se presentaba como una buena opción para liberarse por unas horas de todo aquello.
Primero fueron carreras de asfalto de cinco kilómetros. Más tarde de diez, luego de veintiuno. Rubén no paraba de correr y de sumar kilómetros de carreteras hasta que un día vio a unos deportistas haciendo una maratón de montaña en la zona de Guadarrama, en la sierra de Madrid.
Recuerda cómo sintió «curiosidad y empecé a preguntar a amigos». Rubén se fue convenciendo y un día cambió el asfalto por las montañas. A partir de ahí, llegaron las carreras cortas, las media maratón y las ultra, aquellas de más de sesenta kilómetros.
Al llegar a Fuerteventura este corredor de montaña se topó con uno de los principales obstáculos, la falta de ellas. Lejos de colgar las botas, decidió buscar otras opciones y tomar lo que la naturaleza y la isla le ofrecían. «Aproveché las montañas que había y para entrenar lo que hago es subirlas y bajarlas tres o cuatro veces». El volcán de Escanfraga, el más alto de la zona norte, se presentó como un buen aliado.
Desde entonces, se ha creado una especial alianza entre Rubén Novoa y Escanfraga. Cada dos días, Rubén lo recorre. Además, el pasado año puso en marcha la Escanfraga Trail junto a varios vecinos de Villaverde. Rubén explica cómo surgió aquella idea, «me pidieron que les hiciera una ruta por el volcán, se la hice, y empezamos a prepararlo todo». En ella participaron unas 400 personas. El próximo 12 de noviembre celebrarán la segunda edición.
En sus periplos por las montañas de Fuerteventura, Rubén ha encontrado un buen compañero de viaje, Bruno Pancrazzi. Este francés, monitor de vela, llegó a la isla en 1998 persiguiendo el viento y las olas. Fuerteventura consiguió robarle el corazón y desde entonces reside en la Maxorata.
Este 2017 los dos han cumplido cincuenta años. Ellos han celebrado medio siglo de vida subiendo montañas. La fiesta de cumpleaños consistió en celebrar un desafío el 7 de octubre desde la Punta de Jandía a Corralejo. Cinco corredores más: Manu Martín, Iván Lema, David González, Iván Alonso y Miki Álvarez también participaron en la peculiar «celebración» que duró veinticuatro horas, veintidós de ellas en movimiento.
UNA MODA CON FUTURO
Rubén es consciente de que el mundo de las carreras está de moda y está confiado en que irá a más. «En la isla hay afición, pero faltan medios como pistas para correr, gimnasios, etc», asegura este deportista que ha recorrido el archipiélago canario en pruebas como la Transvulcania en La Palma o la Transgrancanaria, además de otras carreras y desafíos en El hierro, Lanzarote o La Gomera.
En su mochila de satisfacciones Rubén Novoa lleva alegrías como haber finalizado varias pruebas ultra, subido en numerosas ocasiones al podio, ser un asiduo entre los diez primeros puestos además de nuevas amistades con gente que «comparten el mismo rollo».
La vida de Rubén transcurre entre montañas, trabajo y tardes ayudando a sus dos pequeños a hacer los deberes. De momento, no está dispuesto a renunciar a nada de ello. Ni él ni Bruno se plantean la retirada salvo por lesión. Aún quieren «dar mucha guerra».
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