En 1739 Gran Bretaña declara la guerra a España, atacando sus colonias con sus fuerzas navales y con ayuda de Portugal. Es la denominada Guerra del Asiento o de La Oreja de Jenkins (1739-1748) y transcurre principalmente en el Caribe.
En esa época, mediados de S. XVIII, la isla de Fuerteventura estaba atravesando malos tiempos debido a los años de malas cosechas que generaban graves crisis y hambrunas —muchos majoreros se veían obligados a emigrar hacia otras islas para subsistir—; además, el régimen instaurado desde la conquista europea era el señorío, que sometía a la población a la tiranía del señor de la Isla.
Desde que se declara la guerra, Canarias comienza a padecer los ataques de corsarios, que capturan botines y navíos isleños para posteriormente venderlos en Madeira. Fuerteventura, desprovista de fortificaciones para su protección y sin contar con ningún ejército, era una presa fácil, por su geografía y por estar prácticamente rodeada de playas que permitían el fácil acceso de los corsarios y saqueadores.
El pueblo majorero estaba solo ante el peligro, al igual que el resto del archipiélago. En Fuerteventura, como en las otras islas, los propios majoreros se organizaban en milicias populares, armados con palos y piedras para luchar, si fuera necesario, con los corsarios que pretendían saquear o dominar la Isla, bien para su uso y disfrute o bien como moneda de cambio por otros territorios posteriormente.
El 13 de octubre de 1740 desembarca un corsario inglés en Gran Tarajal y saquea la zona de Tuineje; pero una milicia de vecinos de la región, liderados por el Teniente Coronel Sánchez Umpiérrez, decide enfrentarse a los asaltantes. Se trata de la batalla de «El Cuchillete», donde los ingleses resultaron abatidos a manos de la milicia popular, cuyo armamento se reducía a piedras y palos, que históricamente ha manejado tan bien el canario. 33 soldados muertos de los 53 que desembarcaron; el resto capturado por los majoreros.
Un mes más tarde, el 24 de noviembre de 1740, 55 corsarios desembarcan en la misma zona. Esta vez la milicia que les esperaba era más numerosa y contaba con algún arma de fuego que pudieron obtener de la anterior batalla; se trata de la célebre Batalla de Tamasite. Una de las estrategias que emplearon los isleños, y que parece ser muy común, fue la de utilizar a los camellos, tan numerosos entonces, como escudo. Tras ellos, los isleños y su manejo del palo y las pocas armas que ya tenían, permitieron que los majoreros aplastaran a los invasores en el enfrentamiento cuerpo a cuerpo. La playa de Gran Tarajal, en el municipio de Tuineje, se convirtió por un momento en un campo de batalla.
Las Canarias fueron objetivo constante de ataques y saqueos durante los siglos XVI, XVII y XVIII, a cargo de piratas y corsarios ingleses, franceses, berberiscos y holandeses. La piratería concluyó en 1797, con la derrota del Almirante Nelson en aguas de Santa Cruz de Tenerife, y no fue hasta el siglo XIX que el Imperio Español instaló, en esta colonia, unas tropas regulares.
Cada 13 de octubre, el pueblo de Tuineje conmemora la Batalla de Tamasite con las Fiestas Juradas, que resultan de una promesa realizada a San Miguel por haberles ayudado a combatir a los ingleses en 1740, escenificando buena parte de los hechos que tuvieron lugar por aquel entonces.

